Comunicación de Artigas al Paraguay, de fecha 17 de abril, que nos irá dando la evolución de los sucesos, a partir del 8 de febrero de 1813.

03.09.2011 20:47

Al fin, se empezó a cantar el triunfo de la justicia. La moderación que marcó todas mis medidas fue bastante comprometida, pero por fortuna, yo pude hallar siempre la manera de ostentarla, y la sangre no entró en la ejecución de mis últimos proyectos. Yo esperaba tranquilo la resolución del gobierno de Buenos Aires, fiado el negocio a nuestro diputado ciudadano Tomás García de Zúñiga. Pero la intriga era preciso que pusiese el ultimátum a sus maquinaciones.

Sarratea constante en su prostitución abominable y temiendo por otra parte la preponderancia de mis recursos, concibió el proyecto de fraguar una sedición, en mi campo del Paso de la Arena. Puso al efecto los medios consiguientes halagando al interés personal de algunos de mis conciudadanos, con empleos, honores, etc. y cuando creyó que todo estaba, bien combinado, dio la última mano a su plan firmando un decreto en que me declaraba traidor a la patria. Yo me sorprendí delante de aquel sacrilegio, sin embargo, contuve mis transportes y me halló al momento en aptitud de no afligir la humanidad con mi justicia irritada. Mis providencias fueron limitadas a la reclamación que hice a los señores coroneles French y Rondeau, como garantes de la última suspensión. Seguidamente pasé a Sarratea un oficio y me dispuse a obrar, siempre con la delicadeza bastante a conciliarlo todo ante la presencia de Montevideo. Sarratea tuvo la desvergüenza de pasarme la contestación y en la necesidad de proveer contra las demoras de aquel hombre malvado, hice marchar mi vanguardia que se presentó sobre el Cerrito de Montevideo la mañana del 21 a retaguardia de la derecha del asedio. Entonces todo fue concluido. Los déspotas buscaron infructuosamente asilo en los jefes de la línea, ellos se vieron obligados a dejar el campo y emprender su retorno a Buenos Aires, depositando el mando en el muy digno coronel don José Rondeau y yo al frente de los bravos orientales, rodeado de un numeroso vecindario y en medio de las salvas y aclamaciones del Ejército Auxiliador acampé delante de Montevideo la mañana del 26.

El gobierno de Buenos Aires deseoso de activar la conclusión de las desavenencias que nos agitaban propuso a la Soberana Asamblea la misión de uno de sus miembros con las instrucciones competentes.

En diferentes sesiones particulares que sucedieron hice ver al diputado que esto era de necesidad respetar la grandeza de este pueblo admirable y por último que podía retirarse si sus facultades no eran extensivas al allanamiento de las pretensiones del Yí.

Él instaba sobre el reconocimiento de la asamblea: quería suscitar mis temores hablándome de la retirada del sitio, si yo insistía en el caso opuesto. Yo me sostuve, exponiéndole que había convocado al pueblo para resolver en el particular; que en todo caso, se me había anunciado muy otro el objeto de su misión, que él empezaba por donde debía concluir y que si se llevaba a efecto la retirada del sitio, desistiesen para siempre del proyecto de pasar un solo hombre a la costa oriental del Uruguay, ni aun del Paraná... Este era nuestro estado cuando él recibió órdenes de retornar y vino al general Rondeau la orden para el reconocimiento en cuestión. Convocado el pueblo, abrí la Asamblea con la oración.

He tomado las providencias más propias y muy pronto contará esta Provincia con los recursos de ella misma y sus planes de prosperidad serán consolidados. En estos momentos, anteayer, recibí comunicación del Supremo Gobierno Ejecutivo en que me avisaba se pasaban al General Rondeau las instrucciones y facultades competentes para concluir conmigo el allanamiento de las pretensiones de mi ejército y la Provincia.

He dividido las pretensiones del ejército, las de la Provincia que se mencionan en el acta y las de la misma que deben mirarse como convención de ella y son las concernientes a su libertad, sistema de confederación y mayor número para el rol de sus diputados. El ciudadano Tomás García de Zúñiga no había concluido cosa alguna, porque sus representaciones se eludían con la espera del gobierno sobre el resultado de la misión del diputado de la Soberana Asamblea. De todos modos, aquí es lo mismo. Yo tendré cuidado de avisar a usted de la conclusión en el mismo día que sea firmada y mientras, orientado usted de las miras de esta provincia, podrá concluir también su plan, decidiéndose a sus resoluciones consiguientes si le parece bien equilibrado el juego de los sufragios en la asamblea con seis diputados nuestros, siete de esa provincia grande y dos del Tucumán decididos al sistema de confederación que manifiesta usted tan constantemente. El papel Nº 0 dará a usted una noticia de las instrucciones que se pasan a nuestros diputados; ellos aún no han pasado a incorporarse en la asamblea.

Yo continuaré siempre en mis fatigas por la libertad y grandeza de este pueblo. La energía nivelará sus pasos ulteriores hasta su consolidación y en medio de los mayores apuros no me prostituiré jamás.

Libertad, igualdad, seguridad son nuestros votos. Libertad, igualdad, seguridad serán nuestros dignos frutos. Ellos coronarán nuestro afán y gran inmortal provincia nos retornará sus felicitaciones, dirigiéndoselas nosotros con igual motivo.

Dios guarde a usted muchos años.

Delante de Montevideo, 17 de abril de 1813.
José Artigas