Revolución Hispanoamericana

30.08.2011 14:07

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Introducción

La Revolución Hispanoamericana es consecuencia de una serie de acontecimientos que se dan durante el siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, tanto en América como en Europa. Las nuevas ideas del siglo XVIII y las demás revoluciones liberales (inglesa, francesa y norteamericana) se combinan con la crisis de la monarquía española y del régimen indiano generando las condiciones estructurales necesarias para la emancipación. A esto se suma la coyuntura internacional de comienzos del siglo XIX: la expansión napoleónica, que es el desencadenante principal (o quizás la excusa) de los movimientos liberales en España y América.

Si bien estos movimientos liberales comparten factores y características generales, no son homogéneos, ya que tiene características particulares en los distintos lugares, especialmente si comparamos los tres focos principales: México, Nueva Granada y Venezuela, y el Río de la Plata.

Es así que para comprender cabalmente el tema hay que estudiar aspectos estructurales y coyunturales, generales y particulares. En este sentido, el Río de la Plata, por ejemplo, debe ser estudiado en forma específica pero sin perder de vista el marco internacional.

Y si somos un poco más específicos, dentro de un mismo foco revolucionario hay diferencias fundamentales que es necesario percibir. Volviendo al ejemplo del Río de la Plata, la Revolución Oriental merece un estudio diferenciado, pues tenía muchas particularidades que la hacían diferente, ya que, por ejemplo, fue el único lugar de Hispanoamérica en que la revolución comienza en la campaña y no en la ciudad. En este sentido, si estudiamos solo las generalidades de la Revolución en el Río de la Plata, no comprenderíamos algunos aspectos esenciales, como el que se acaba de mencionar más arriba, y que tiene que ver con la conformación del propio Estado uruguayo.

De todas maneras, el estudio particular o local de los hechos no supone necesariamente una simplificación del tema, sino que, por el contrario, aumenta la complejidad del mismo ya que cada lugar tiene procesos particulares, variados y a veces contradictorios. En el caso Oriental, por ejemplo, se dan procesos diferentes (aunque no separados) en Montevideo y en la campaña; la evolución política se distingue de la económica, y ambas de la social y de la cultural.

 

Crisis de la Monarquía Española (situación en España y en América).

A partir del siglo XV se produce en Europa un cambio paulatino en el pensamiento, que se manifiesta a través del humanismo, el antropocentrismo, el racionalismo, el empirismo, el reformismo religioso, etc., y que en términos generales se suele denominar pensamiento moderno.

El siglo XVIII anuncia la llegada del mundo contemporáneo. El pensamiento moderno evoluciona desarrollando las ideas de progreso, felicidad terrenal, libertad, igualdad, propiedad, etc., conocidas como Nuevas Ideas o Ilustración.

Las nuevas ideas fueron una revolución intelectual e ideológica, con una importante base racional y crítica que surge en el siglo XVIII (también llamado Siglo de las Luces) en Francia, Inglaterra y Alemania, y que responde principalmente a las necesidades de la burguesía que se había consolidado económicamente, luchando contra el antiguo régimen, atacando al absolutismo político, criticando la  intervención del Estado en la economía, protestando por la intolerancia religiosa, y defendiendo los derechos individuales. Las principales características de las nuevas ideas son una confianza ciega en la razón, el espíritu crítico que cuestiona todo, una fe total en el hombre y en el progreso humano, la aceptación de que Dios es solo el creador del universo (deísmo), un pensamiento laico, la defensa de los derechos humano, el activismo, la búsqueda de la felicidad, etc.

Sin embargo, las nuevas ideas quedan en el siglo XVIII casi exclusivamente en el ámbito ideológico, aunque sobre finales de siglo se producen algunos intentos de llevarlos a la práctica, como es el caso del reformismo ilustrado o despotismo ilustrado.

El reformismo ilustrado es una nueva práctica de gobierno que surgió como necesidad de armonizar la política absolutista con las ideas de la ilustración. Los monarcas y ministros ilustrados pretenden realizar reformas económicas, sociales y culturales para lograr aquel fin, pero siguen siendo monarcas absolutos porque rechazan toda limitación a su poder. A menudo se sintetiza la gestión de las monarquías despóticas e ilustradas con la frase todo para el pueblo pero sin la intervención del pueblo, lo que obviamente es muy difícil de sostener filosóficamente a partir del pensamiento ilustrado, que reclamaba la participación del pueblo.

En España las Reformas Borbónicas constituyen un claro ejemplo del despotismo ilustrado, pues al iniciarse el siglo XVIII se produce un cambio de dinastía: salen los Habsburgos e ingresan los Borbones, de origen francés. En este sentido, “las Reformas Borbónicas se realizaron durante los reinados de Felipe V, Fernando VI, Carlos III, y Carlos IV (reyes borbónicos del siglo XVIII) principalmente por parte de Carlos III, quien fue el más reformista de los Borbones” (A. Traversoni, Historia del Uruguay y América, pág. 36).

Los objetivos principales de la reforma eran aumentar la solidez del imperio realizando una centralización administrativa, aumentar los ingresos provenientes desde América, aumentar el control sobre su economía y disminuir las críticas americanas sobre los defectos de la administración española.

Algunas de las principales reformas en América fueron: la creación de dos nuevos Virreinatos (Nueva Granada en 1717, y el Río de la Plata en 1776); la creación de Capitanías Generales en las regiones donde la defensa era muy difícil como Venezuela y Chile; la creación de Intendencias en 1782 (quedando el Virreinato del Río de la Plata, por ejemplo, dividido en ocho intendencias, manteniéndose en Montevideo como excepción el Gobernador y el Cabildo); el permiso a los criollos para la creación de milicias para defender el territorio americano; la sustitución del sistema de flotas y galeones por el de navíos de registro; el reglamento de libre comercio de 1788 (se habilitaron trece puertos españoles y veinticuatro americanos para el comercio entre España y América, entre los que se encuentran Montevideo y Buenos Aires); la expulsión de los Jesuitas de América en 1767 debido a que dependían directamente del Papa y actuaban independientemente del Rey de España, etc.

Sin embargo, “el reformismo borbónico puede decirse que tuvo resultados contrarios a los propósitos perseguidos por la monarquía“(Ídem, pág. 36), pues no cambió la situación en España, sino que aumentó las inquietudes y aspiraciones americanas, acelerando el proceso de separación. La economía americana se incrementó y España no pudo absorber la producción ni satisfacer la demanda, por lo que aumentó el contrabando. Las reformas culturales fueron un medio de difusión de las nuevas ideas en América. Aumentaron los impuestos para cubrir gastos de guerra en Europa. Se produjo un retroceso en la escasa industria americana con la liberalización del comercio. Los criollos contaban ahora con milicias propias para imponerse. Aún no se resolvían los problemas sociales y existía una gran superposición de funciones.

Tal era la situación de América en 1815 que Bolívar expresaba: “Los americanos, en el sistema español que está en vigor, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de los siervos propios para el trabajo y cuando más, el de simples consumidores… ¿Quiere usted saber cual era nuestro destino?

Los campos para cultivar el añil, la gramilla, el café, la caña, el cacao y el algodón, la llanura solitaria para criar ganado, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que puede saciar a esa nación avarienta”(S. Bolívar, Carta de Jamaica, 6 de septiembre de 1815).

Pero además del deterioro del régimen español en América, durante los primeros años del siglo XVIII se produce en Europa una situación muy particular, que además de repercutir en el nuevo continente, a través de la revolución, le dará el golpe final a lo que aún quedaba del gran imperio español.

A finales del siglo XVIII se generan en Francia una serie de hechos que al poco tiempo trascenderán su propia frontera afectando toda Europa e incluso (de forma indirecta) otras regiones como es el caso de Iberoamérica. En 1799 se establece en Francia un consulado integrado por tres miembros, mediante un golpe de Estado dirigido por Napoleón Bonaparte, y aprovechando la crisis del país bajo el régimen del directorio.

Napoleón nació en la isla de Córcega (ciudad de Ajaccio) el 15 de agosto de 1769 en una familia perteneciente a la pequeña nobleza. Fue el segundo de ocho hermanos. Además de José, hermano mayor, tuvo otros: Luciano, Luis y Jerónimo; Elisa, Carolina y Paulina.

De los dos hermanos mayores José debía seguir la carrera eclesiástica y Napoleón la militar. José iba destinado a Autum y Napoleón a Brienne, pero con la dificultad de que éste no sabía el francés pasaron unos meses con José juntos en Autum para aprender el idioma. A los pocos meses se dirigió a Brienne donde ingresaría a la escuela militar en la que se destacaría mucho y donde conocería a su fiel amigo Bourrienne, su posterior secretario particular. En 1785, terminada su preparación, recibió el grado de Segundo Teniente de Artillería, que era el arma que había elegido, comenzando con su vertiginosa y excelente carrera militar. Durante la revolución fue reconocido como un soldado de magníficos dotes y de gran porvenir. A los 24 años fue nombrado General. Se casa con Josefina de Beauharnais en 1796. Es nombrado luego comandante del ejército de Italia, en la época del Directorio. En el régimen del Consulado, luego del golpe de Estado de 1799, se convierte primero en Cónsul Vitalicio y más tarde (1804) en Emperador. Su gobierno sintetizó en algunos aspectos los ideales de la revolución y los del antiguo régimen, aunque para algunos autores tuvo un carácter absoluto.

En lo referente a su obra, a nivel interno buscó la reconciliación nacional, la reorganización económica, el apoyo de la burguesía y de una nueva nobleza creada por él. A nivel externo buscó el predominio de Francia en Europa. En su intento por la supremacía de Francia, decreta el bloqueo continental a Inglaterra, su tradicional competidora:

I) Las Islas Británicas se declaran en estado de bloqueo.

II) Todo comercio y correspondencia con las Islas Británicas están prohibidos.

III) Todo individuo súbdito inglés... hallado en los países ocupados por nuestras tropas o las de nuestros aliados será hecho prisionero de guerra.

IV) Está prohibido el comercio de mercaderías inglesas, procedente de sus fábricas o sus colonias.

(…)

Decreto de Napoleón, Berlín, 1806.

Para el gobernador francés, el enriquecimiento de un país proviene de la acumulación de moneda, por tanto era necesario vender lo más posible al extranjero, comprar lo menos posible, evitar la competencia y desarrollar la industria y la agricultura.

Portugal, Rusia y los Estados Pontificios no respetaron el bloqueo, pues esta medida no solo afectaba a Inglaterra que pierde su mercado donde colocar productos industriales y donde comprar materias primas (trigo, madera, aceite, vino, lana, etc.), sino que Europa es altamente perjudicada con la suba de precios. Francia con su proteccionismo no logra sustituir en las mismas condiciones a Inglaterra.

Ante la rebeldía, los países que no respetan el bloqueo serán invadidos por tropas napoleónicas. En el caso de Portugal (1807) fue necesario contar con el apoyo español. Mandó allí al Mariscal Junot con un cuerpo de ejército, y ante la casi nula resistencia, entraron en Lisboa sin casi derramamiento de sangre, en tanto que la familia real se embarcaba en un buque inglés para Brasil. Conquistado Portugal, le pareció a Napoleón empresa fácil hacer lo mismo con España. “Si esta conquista debiera costarme 80.000 hombres no la intentaría, pero para ello me bastarían seguramente 12.000”, decía desconociendo el carácter del país. “Esta ignorancia del carácter español hizo cometer a Napoleón el primero y más grave error de su vida, por lo que las consecuencias debían serle fatales” (J. Palav Vera, Napoleón, 1923, pág.88).

Ante la ignorancia de la población española respecto a la verdadera intención del extranjero, estos tomaron las principales plazas fuertes de la península. Sin embargo, al darse cuenta de lo que sucedía en realidad, el país se alzó en armas. El 2 de mayo de 1808 dio el pueblo de Madrid la señal de alzamiento.

Previamente, en la noche del 17 al 18 de marzo y durante el día siguiente se producía en Aranjuez, residencia real desde el reinado de Felipe II, el conocido “Motín de Aranjuez”, en donde el pueblo alentado por el Príncipe de Asturias (Fernando), pero sobre todo por los descontentos con el gobierno de Carlos IV y de Manuel Godoy, se amotinaron y asaltaron la casa de este último contra quien iba, principalmente, la rebelión inspirada por el Príncipe Fernando. El argumento de este para la convocatoria en Aranjuez era que Godoy alarmado por los acontecimientos (Murat, general de Napoleón, marchaba sobre Madrid con 80.000 hombres) proyectó la salida de los monarcas hacia América, tal como lo había hecho la Casa de Braganza.

Tras la prisión de Godoy, luego de ser protegido por la Guardia de Corps (de lo contrario hubiera sido muerto por el populacho), en el cuartel de la guardia, y ante la amenaza de ser juzgado por su gestión al frente del Ministerio, fue liberado por pedido de los reyes, y mediante visita de Fernando a su celda.

A consecuencia del motín, la situación real se hacía insostenible y Carlos IV se vio obligado a abdicar en favor de su hijo el Príncipe de Asturias, el 19 de marzo de 1808 (tal vez a cambio de la libertad de Godoy). El nuevo monarca subió al trono con el nombre de Fernando VII.

Sin embargo, pocos días después Murat entro en Madrid y convenció al rey anterior, Carlos IV, que continuaba en Aranjuez, de publicar que su abdicación le había sido arrancada por la fuerza y que por tanto no reconocía a su hijo rey de España.

Ante tal situación, y ante la comunicación del jefe francés, que no reconocía esta revolución y según el cual le correspondía a él (Napoleón) decidir sobre el destino de España, se dejaba entrever en el comunicado que si Fernando concurría a Bayona (ciudad francesa) quizás sería reconocido como rey por el Emperador, y éste aceptaba asimismo el casamiento de aquel con una princesa francesa.

Al llegar Fernando a Bayona el 20 de abril, se enteró de que Napoleón quería destronar a la casa de los Borbones, mientras le ofrecía el Reino de Etruria y la mano de una princesa francesa. Tras el rechazo de Fernando queda éste prisionero y Bonaparte convoca esta vez a Godoy y a los reyes, quienes llegan a Bayona el 26 y el 30 respectivamente. Allí el Rey de España fue obligado a abdicar a favor de su padre (5 de mayo de 1808) y de inmediato el Emperador, con ayuda de Godoy, redactó el documento por el cual Carlos cedía todos los derechos al trono de España a favor de Napoleón, al haberlo recuperado de manos de su hijo. El 10 de mayo, a su vez, renunciaba Fernando todos sus derechos a la corona a favor de Bonaparte: renunciaba así a futuros reclamos hereditarios. Cuando quedó la corona en manos del Emperador francés, éste designó Rey de España a su hermano José, Rey de Nápoles hasta ese momento, y ofreció la corona de éste último reino a Murat.

Todo esto provocó la sublevación del pueblo español contra la intervención francesa, no reconociendo a José Bonaparte, en la llamada guerra de independencia (1808 – 1814) donde se defendió los derechos al trono de Fernando VII. Durante esta guerra apareció en España la tendencia liberal, porque la población creó gobiernos populares locales (Juntas) hasta que el rey pudiera hacerse nuevamente con el trono. “Durante el período de las Juntas Locales, las fuerzas de resistencia obtuvieron importantes éxitos, el más importante de los cuales fue la victoria de Bailén, después de la cual gran parte del territorio español quedo libre de fuerzas francesas. Fue entonces que las Juntas Locales decidieron concentrar la dirección en un organismo que gobernara los territorios liberados, emprendiera la tarea de reorganización y prosiguiera la lucha contra el invasor. Así se formó la Junta Central Gubernativa, que inició su tarea en Aranjuez y luego fue trasladada a Sevilla.”(A. Traversoni, Historia del Uruguay y América, pág. 42).

A pesar de la intensa guerra de independencia y oposición al dominio napoleónico en España, las intenciones expansionistas del Emperador francés son claras. Esto es observable en la misión de Sassenay al Río de la Plata y otras dirigidas al resto de América. Si bien no dieron resultados, la Junta Central Gubernativa al tratar de neutralizar a Napoleón, envía a Goyeneche informando de la verdadera situación, y  exhorta a los americanos a formar Juntas Locales de Gobierno como en España:

Americanos: Por mucho tiempo habéis estado oprimidos bajo un yugo tanto más pesado cuanto que erais alejados del centro de poder; pero nosotros colocamos ahora nuestro futuro destino en vuestras propias manos. Hasta aquí habéis sido el juguete de los Virreyes, siempre sometidos a su ambición y a sus caprichos, mientras que al mismo tiempo erais victima de su codicia; desde este momento nuestra suerte no depende más de ellos…” (Exhortación del liberal José Manuel Quintana, miembro de la Junta Central Gubernativa de Sevilla).

En tal exhortación no se percibe solo la urgencia de la situación, sino que además se observa el descontento de algunos sectores con la administración colonial representada en los Virreyes, pero que en realidad era de todo el sistema.

Evidentemente esta convocatoria encontraría tierra fértil en América, lo que se ve reflejado en los primeros indicios de autonomía que se irán sucediendo inmediatamente a través de los movimientos juntistas americanos. Debe mencionarse también que hubo sectores que no compartieron estas ideas, especialmente los Virreyes que veían en la Junta una pérdida de poder y autoridad.

Los principales movimientos juntistas, unos triunfantes y otros fracasados, que ocurrieron entre 1808 y 1809 fueron los siguientes: Santa Fe de Bogotá (5 de setiembre de 1808); México (15 de setiembre de 1808); Montevideo (21 de setiembre de 1808); Buenos Aires (1° de enero de 1809); Chuquisaca (25 de mayo de 1809); La Paz (16 de junio de 1809); Quito (10 de agosto de 1809).

Prof. Fredy López